Capítulo IX: El relato de la
Fuente Santa. 2.
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ues bien- continuó don Pedro- llegados al lugar de la fuente del Alto los
asesinos se apresuraron y una vez que
los funcionarios del Rey se aseguraron de no ser vistos desde la fortaleza y de
que por aquellos alrededores no había persona alguna, dieron al capitán la
orden de ejecutar la condena y de que a
continuación, cuando emprendiesen la subida hacia Hisn Al Turab, se quedase
rezagado y sin alboroto alguno cortase la cabeza al muladí hablador en
presencia de sus compañeros como ejemplo y escarmiento para quien no cumple las
ordenes.
Amordazaron a la mujer en medio de su desesperación e
inútiles intentos de evadirse y de forma brutal, sin piedad alguna, procedieron
a las atroces mutilaciones de manos primero y de sus ojos después. El capitán
provisto de gruesas vendas, le taponó las extremidades mutiladas y apretó
fuertemente sobre las órbitas vacías otra venda para hacer más lento el paso
del tiempo sobre aquella infeliz que afortunadamente para ella perdió el
conocimiento con la primera mutilación.
Josué miraba tragándose las lágrimas mientras que el
Cadí y el Visir se felicitaban por la pericia del capitán y por el acierto del
lugar elegido para cumplir con la voluntad de Alí-Menón, porque con seguridad,
aquella noche los lobos, abundantes en exceso por aquellos parajes, llegarían a
beber a la fuente y de paso devorarían los restos de la Reina que según ellos para
entonces ya habría perdido la vida.
Como veis no
andaban con sutilezas aquellos sarracenos.
Iniciaba la comitiva su recorrido de vuelta hacia la fortaleza
cuando el capitán disponiéndose a ejecutar la segunda parte ordenó parar al
pelotón; en ese instante Josué que ya se lo esperaba, buen conocedor de la zona
y de la proximidad a los escarpes y cuevas próximas por el camino de la
Moratilla que bajaba hasta el Guadalquivir, se puso a correr como una gacela haciéndoles
creer que se dirigía hacia el rio perdiéndose entre la profundidad de aquel
frondoso bosque.
El capitán dio orden de buscarlo y así lo intentaban,
pero el desconcierto de los soldados aturdidos aún por la brutal masacre
ejecutada sobre aquella infeliz mujer era tal que, viéndola tendida en medio del
charco de sangre, eran incapaces de coordinar movimientos mientras que Josué
avanzaba seguro hacia lugar conocido solo por el, al tiempo que maldecía a
quienes habían concebido tan brutal agresión. El Cadí y el Visir al percatarse
de la incómoda situación volvieron al lugar donde yacía la Reina que, según
ellos, prácticamente estaba muerta.
Con toda suerte de juramentos y amenazas ordenaban la captura
inmediata del desertor, pero viendo que el tiempo pasaba y que la captura no se
producía y dando por hecho que el capitán encontraría al fugitivo, pensaron que
era mejor volver a la fortaleza pues al fin y al cabo la voluntad del Visir ya
estaba cumplida. Sin embargo, Josué astutamente había conseguido burlar a sus
perseguidores y en lugar de seguir hacia el rio se dio la vuelta acomodándose
en lo más alto de un árbol desde el que observaba al Cadí y al Visir a sus pies
viéndolos incomodos, pero satisfechos por haber ejecutado la macabra orden de
Alí Menon. Los árboles de aquel bosque permanecían impasibles en sus eternos e
inamovibles puestos esparciendo a su alrededor silencio, miedo y terror, como
muda protesta que elevaban al cielo donde sabían que el Creador de la
Naturaleza les escucharía. Mientras tanto el capitán y el pelotón en alocada
carrera corrían camino del rio Guadalquivir por la Moratilla abajo.
A media tarde el Cadí y el Visir ya estaban en la
fortaleza mientras que el capitán y su cuadrilla volvían a la fuente del Alto
sin resultado alguno. Allí encontraron el cuerpo de Aixa irreconocible y tendido
sobre el suelo aún en el mismo sitio que la dejaron, siguieron pesarosos hacia
Hisn Al Turab pensando en volver para capturar al muladí que calificaron de
traidor, el cual, cuando los vio desaparecer por el camino de los Caños,
cautelosamente bajó del árbol.
Don
Pedro, hombre
correcto y cuidadoso con sus anfitriones hizo una pausa: Perdonadme si os resulta pesado el relato, comprendería perfectamente
si lo dejamos para otro día…
Por nosotros no lo deje, contestó Elisa con el
asentimiento de Diego, la historia es
impresionante y nos encanta como nos la relata, pero si se siente cansado nos
vamos que ya puede que sea tarde para usted.
No, no me
siento cansado en absoluto, me he prohibido a mí mismo cansarme cuando hablo
con personas tan receptivas y atentas como vosotros. Contestó don Pedro a quien
se le ocurrió la idea de llevarlos a dar un pequeño paseo:
Diversas imágenes representando a Santa María de la Fuente Santa actualmente conocida como Virgen de la Fuensanta |
Los tres
salieron de la casa y tomaron la cuesta de la corredera a la izquierda para
subir hasta las eras donde los agricultores solían trillar el trigo y la cebada
de sus cosechas, se situaron en la tercera era, la más alta de todas. Aunque era
tarde, aún se veía bien como el sol esparcía sus últimos rayos detrás de las
sierras de la Orospeda, mientras que al frente, Hisn Al Turab, mostraba su gigante
silueta como dueño y señor de la comarca reflejando un tenue brillo fugaz al
recibir el saludo del sol que se despedía hasta el próximo día.
Muy cerca se
divisaba un pequeño montículo que parecía estar muy cerca, pero al que se
llegaba tras una dura y empinada cuesta.
Aquí tenéis el mapa real, al frente Iznatoraf, como algunos
ya se le empiezan a llamar. Ese montículo aparentemente cercano es el “mojón
del Santo Espíritu” a cuyos pies se sitúa la llamada “cueva de Aixa” donde
tuvieron la primera discusión los miembros del perverso cortejo y el camino que
veis aquí es el que sube, pasando junto al mojón, y lleva hasta la fortaleza
uniéndose con el de la fuente de los Caños poco antes de llegar a una cuesta
casi imposible, sobre todo para los que tenemos “una edad”. Este es el camino
que inicialmente tomaron para martirizar a Aixa en la cueva, pero, que al final
desestimaron y tras sentenciar a muerte al bueno de Josué se dirigieron al
camino de los Caños para llegar a la venta de Carlicos que es, dijo señalando con su brazo
derecho extendido y prolongado por el dedo índice, la venta donde vosotros iréis a dormir. Pues más allá, donde se une
el verdor de la alameda que sube con el poco bosque que aún queda, es donde
definitivamente la martirizaron.
Queridos amigos
regresemos a la casa para continuar con el relato porque hasta aquí ha sido un
hecho parecido a tantos otros similares que ocurrieron en aquellos tiempos y
que aún hoy ocurren ya sea del lado almohade, ya sea del bando cristiano, que
de todo hay en la viña del señor.
Esos hechos que no ocurrían todos los días pero que tampoco
eran infrecuentes, no han arraigado en la tradición popular más allá de
configurar una idea general de barbarie o de una “injusta justicia”, perdón por
la expresión. Lo que hace que este relato que os hago, haya permanecido vivo en
las gentes, reside en lo que ahora os voy a contar.
Llegaron a la casa y de nuevo ante otra
copa del magnífico vino que don Pedro mimaba en su pequeña viña junto al
Guadalimar, continuó con su relato.
Dudó Josué sobre lo que debería de hacer, si intentar socorrer
a la Reina y, si ya no había nada más que hacer por ella, al menos colocar su
cuerpo a buen recaudo del ataque de los lobos, o irse lejos donde no lo
encontrasen nunca pues en tal caso su cabeza caería al suelo de inmediato.
Muerto de miedo Josué la arrastró para colocarla en un
pequeño cobertizo que improvisó con ramas al lado de la fuente del Alto. Permaneció un rato junto a su cuerpo
hablándole, como en aquellas reuniones a la que ella asistía alguna de las
cuales se celebraban en la cueva del mojón.
Señora, señora no os muráis, nos haces falta murmuraba
entre dientes en una especie de mezcla entre oración, deseo y lamento. Recordaba
Josué que si Aixa estuviese viva le habría corregido y le hubiera dicho: “Hermana,
hermana debes de decir, amigo Josué, que ante Dios y ante el mundo todos debemos
de ser hermanos”, pues él sabía que esto es lo que aquella mujer siempre con
dulzura gustaba de rectificar en su trato con los muladíes.
No pudo contenerse ante aquella cruda realidad y Josué
joven fuerte y apuesto con aspecto de varonil dureza rompió a llorar sobre el
cuerpo de su Reina como respuesta a lo que, sin hablar le dijo, y como
respuesta a su propia miseria.
No podría decir Josué el tiempo que permaneció así,
pero cuando fue consciente de la situación escuchó como un suspiro salía de
aquel cuerpo destrozado.
Impresionado y aturdido escuchó un ruido cercano y
pensando que su cabeza rodaría en breve lleno de terror se puso a correr cuando
el manto de la noche se había posado sobre La Moraleja. No tuvo serenidad ni
entereza para escuchar mejor y percatarse de que eran los lobos en manada que
andaban merodeando alrededor.
Dicen que unos aullidos desgarradores despidieron al
bueno pero cobarde Josué.
Vista reciente del Santuario en el mismo lugar donde
acaeció el suceso que se relata. Al fondo Hisn Al Turab
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No seáis tan categórica, respondió don Pedro a
tenor del énfasis con que hablaba más que por lo que decía Elisa, la caridad es fácil de ponerla en valor y
ejercerla con el prójimo cuando nuestra propia vida no está en juego, pero yo
no pongo la mano en el fuego de que no hubiera hecho lo mismo. Recuerda que
vuestro apóstol Pedro, pilar de la actual iglesia católica negó hasta el exceso
a su maestro que bien sabía Pedro que lo iban a matar. La condición humana
derivada de nuestro ser mortal, o sea, de la carne, no tiene sintonía en casos
límites con lo que nos dicta el espíritu.
Elisa encajó la
corrección con verdadera humildad mientras que Diego le echaba el brazo por la
espalda en señal de consuelo.
Perdonad don Pedro, pero supongo que los lobos
hicieron lo que su naturaleza les pedía.
Ahí empieza la historia que hace a este suceso
diferente de los demás.
Cuando al día siguiente antes del amanecer, después de
pasar la noche en el cementerio, Josué arrepentido y valeroso subió corriendo
por la alameda a la fuente del Alto encontrándose con que Aixa, que estaba
sentada junto a la fuente, al oír ruido a su alrededor giró la cabeza y más
bella que nunca, con aquellos ojos claros impecables y su cabello rubio como
recién peinado con sus propias manos le dijo. Buenos días Josué, ¿tienes algo
de comer para mí?
Las vendas estaban en el suelo rojas de sangre, el
cobertizo que Josué preparó estaba intacto y no había ni rastro de los lobos.
Lleno Josué de
asombro y en el más absoluto desconcierto le dijo: Aixa, mi Reina decidme ¿Qué ha ocurrido?, ¿Cómo es que estáis viva y
sin las brutales heridas que os hicieron los malvados? ¿Cómo es que las fieras os han respetado?,
¿Cómo es que tenéis los ojos y las manos que siempre tuvisteis si yo vi con mis
propios ojos que os habían mutilado?
Aixa se le quedó mirando y le contestó. ¿Recuerdas
Josué cuando hablábamos y tú y otros muladíes me contabais lo de la Santa María
que está en le ermita de Hisn Al Turab?, y ¿recuerdas cómo me explicabais que
el Viernes Santo permaneció al pie de la cruz donde a su hijo lo castigaron a
morir por falsos testimonios de falsos testigos que solo buscaban dinero y poder?
Pues bien, esta
noche pasada después de que tú me trasladaste junto a la fuente llegaron los
lobos, muchos lobos que me arroparon y me dieron calor hasta que pude entrar en
mi propia conciencia que me avisaba de que moriría enseguida. La fe que tú y los demás hermanos me
propiciasteis y aquello que dijo Jesús de que la fe mueve montañas me vino como
una inspiración a mi mente y enseguida un resplandor propio de un pequeño sol
se me puso frente a mí.
Santa Maria de la Fuente Santa procesionando un 8 de Septiembre alrededor de su Santuario |
Santa María de Iznatorafe es blanca como la paz, tiene
en su pelo ribetes negros de azabache y rubios como el oro, sus manos son
cálidas y su voz dulce como dulce es el amor. Josué ahora me siento cristiana
más que nunca me he sentido.
Aixa ¿Qué más
te dijo Santa María?
Pues me dijo
con toda claridad lo siguiente:
“Aixa
vuelve a tu palacio
informa a
tu marido Alí-Menón
quien te
restituyó las manos
quien te
devolvió la vista
quien
removió tu corazón.
Dile quienes
son tus hermanos
y, pues
ya me conoces,
vuelve
aquí con tu marido
para que
mis hijos,
a los que
tu tanto has querido,
en este te lugar
me veneren por siglos”
me veneren por siglos”
Con la boca, nada más me dijo, pero con su gesto serio
y a la vez esperanzado, con sus ojos grandes, bellos y enormes bajo unas cejas
expresivas en su quietud, se configuraba un rostro singular en una cara expectante y serena que lo decía todo.
La sola contemplación de su cara me transmitió lo que no cabría en un libro
porque yo entendí lo que es la pureza del corazón al servicio del amor y del
bien.
Aixa mi Reina, dijo Josué casi al tiempo que Aixa le corregía: mi hermana, Josué, mi hermana...
¿Qué quieres
que hagamos?, podemos escondernos en algún lugar de los que conozco, se dé un
lugar algo lejos de aquí pero donde nunca nos encontrarían, se llama Chincoya
allí no habrá peligro alguno si cuidamos de escondernos en alguna de las cuevas
cercanas al arroyo de Chillar.
No Josué, de ninguna manera, esta ocasión nos la pone Santa
María la madre de Jesús el Cristo en nuestro camino para hacer todo lo
contrario a escondernos.
Alí-Menón se
merece una oportunidad porque sus celos y sus violencias exageradas son fruto
del mal que lleva dentro y que yo debo de sacarle de su alma endemoniada para
hacerle hueco a la bondad y al amor. Además, Ella me lo ha ordenado con solo
decirlo.
Estoy a tus ordenes Aixa, lo que tú me digas eso haré yo
-dijo
Josué-
Ya te lo dije hermano, primero dame de comer tengo
hambre, pero antes bebamos del agua de esta fuente que de ahora en adelante se
llamará la “Fuente Santa”.
Bajaron andando por la cuesta de los álamos hasta el
cruce con la de la Pasana donde había un establecimiento mitad venta mitad
burdel en el que tomaron un buen plato de lomo en aceite y morcillas de la
tierra con el pan blanco del molino de la familia de los Bolsas.
Josué con Aixa se acercaron a casa de un viejo amigo
suyo mozárabe que vivía cerca de allí en la cuesta de los Álamos con el objeto
de pedirle prestada una mula que le era necesaria para subir a la fortaleza con
un encargo. El mozárabe amigo se la prestó, pero no le pasó desapercibida la
mujer que, detrás de un velo de seda de calidad, esperaba a Josué.
¡Vaya con Josué ¡con que este es el encargo ¡toma la
mula amigo y que pases buena noche Ja, ja!
Ya me la devolverás y ¡enhorabuena hombre!
Josué se limitó a no contestar y conducir a Aixa sobre
la grupa de su mula hasta el palacio de Alí-Menón cerca de la puerta del
Arrabal.
La imagen en Hisn Al Turab |
Don Pedro acabó
con estas palabras a la espera de alguna pregunta. Lógicamente algo pasaría
dentro del palacio, el Rey tendría una reacción difícil de entender, la
situación sería violenta…Estas y otras cuestiones salieron por la boca de sus
interlocutores que tan metidos estaban en la leyenda, reclamando un final.
Don Pedro
terminó:
Al cabo de veintiún días contados desde el día ocho de
septiembre, el día de San Miguel para vosotros, empezaron las obras de una
Ermita junto a la fuente que por orden de Alí-menón se hacía para el libre culto
de los cristianos con todo el dinero que hiciese falta, comprometiéndose a participar
personalmente en el culto cristiano sin renunciar al suyo propio porque Dios es
Uno, aunque tenga diferentes nombres.
Además, con su propio dinero instituyó una casa
destinada a recoger a los pobres cristianos o musulmanes, amigos o enemigos donde
tendrían comida y podrían libremente optar por el culto que deseasen siempre
bajo los auspicios de la Reina Aixa que dispondría libremente lo que
considerase necesario.
Aquella conversación de don Pedro con el
matrimonio se desarrollaba el día 7 de septiembre del año 1179, siendo Abu
Yaqub "Yusuf I" Emir del imperio Almohade que precisamente por esas fechas
desde la capital instalada en Sevilla arrasaba y sembraba de terror los campos
y pueblos de los cristianos del Al Ándalus.
Creo que se hace muy tarde y todos tenemos que
descansar. Lo importante ya está dicho dijo Don Pedro
No obstante, tengo que
poneros en alerta de que esto que habéis oído no lo comentéis con nadie ya que
nadie lo comenta, aunque todos lo saben.
El problema es, dijo bajando aún más la voz,
que el actual Estado Almohade en el que se inscribe el Rey de Hisn Al Turab,
prohíbe de forma tajante y con amenaza de severos castigos, la difusión de
historias o comentarios que pongan en entredicho la integridad moral de
cualquier dirigente musulmán actual o pasado.
Ya comprenderéis, lo digo por la extrañeza de
Elisa que dio origen a esta conversación, que la gente ande por la calle con
precauciones ya que mañana se conmemora el aniversario del suceso que os he
relatado y que aquí es el día más importante de la comarca, ellos lo saben y
extreman su vigilancia aun cuando no han prohibido la tradicional subida a la
ermita de la Fuente Santa.
Muy a pesar de Elisa y de Diego, pero comprendiendo que no eran horas de
hablar, sobre todo para don Pedro, dieron por terminada la sesión, pero con la intención
de seguir ilustrándose por su boca del hermoso suceso que por lo que intuían
pertenecía con gran arraigo al patrimonio cultural y religioso de todas las
gentes de la comarca.
Diego y Elisa miraron el reloj de arena de don
Pedro que repetidas veces lo tuvo que girar a lo largo de la extensa velada.
Era ya muy tarde y la oscuridad dominaba el ambiente en La Moraleja.
Don
Pedro les ofreció su casa por si querían quedarse a dormir, ellos amablemente
declinaron la invitación y dando gentiles muestras de agradecimiento,
pensativos e impresionados se dirigieron a la venta de Carlicos al paso de una
mula cansada y malhumorada por haberle roto su conciliador sueño de cada noche.
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