lunes, 15 de julio de 2019

El extraordinario relato del suceso de la Fuente Santa de las Cuatro villas-2-


Capítulo IX:    El relato de la Fuente Santa. 2.




P
ues bien- continuó don  Pedro- llegados al lugar de la fuente del Alto los asesinos se apresuraron y  una vez que los funcionarios del Rey se aseguraron de no ser vistos desde la fortaleza y de que por aquellos alrededores no había persona alguna, dieron al capitán la orden de ejecutar la condena y de que  a continuación, cuando emprendiesen la subida hacia Hisn Al Turab, se quedase rezagado y sin alboroto alguno cortase la cabeza al muladí hablador en presencia de sus compañeros como ejemplo y escarmiento para quien no cumple las ordenes.
Amordazaron a la mujer en medio de su desesperación e inútiles intentos de evadirse y de forma brutal, sin piedad alguna, procedieron a las atroces mutilaciones de manos primero y de sus ojos después. El capitán provisto de gruesas vendas, le taponó las extremidades mutiladas y apretó fuertemente sobre las órbitas vacías otra venda para hacer más lento el paso del tiempo sobre aquella infeliz que afortunadamente para ella perdió el conocimiento con la primera mutilación.
Josué miraba tragándose las lágrimas mientras que el Cadí y el Visir se felicitaban por la pericia del capitán y por el acierto del lugar elegido para cumplir con la voluntad de Alí-Menón, porque con seguridad, aquella noche los lobos, abundantes en exceso por aquellos parajes, llegarían a beber a la fuente y de paso devorarían los restos de la Reina que según ellos para entonces ya habría perdido la vida.
Como veis no andaban con sutilezas aquellos sarracenos.
Iniciaba la comitiva su recorrido de vuelta hacia la fortaleza cuando el capitán disponiéndose a ejecutar la segunda parte ordenó parar al pelotón; en ese instante Josué que ya se lo esperaba, buen conocedor de la zona y de la proximidad a los escarpes y cuevas próximas por el camino de la Moratilla que bajaba hasta el Guadalquivir, se puso a correr como una gacela haciéndoles creer que se dirigía hacia el rio perdiéndose entre la profundidad de aquel frondoso bosque.
El capitán dio orden de buscarlo y así lo intentaban, pero el desconcierto de los soldados aturdidos aún por la brutal masacre ejecutada sobre aquella infeliz mujer era tal que, viéndola tendida en medio del charco de sangre, eran incapaces de coordinar movimientos mientras que Josué avanzaba seguro hacia lugar conocido solo por el, al tiempo que maldecía a quienes habían concebido tan brutal agresión. El Cadí y el Visir al percatarse de la incómoda situación volvieron al lugar donde yacía la Reina que, según ellos, prácticamente estaba muerta.
Con toda suerte de juramentos y amenazas ordenaban la captura inmediata del desertor, pero viendo que el tiempo pasaba y que la captura no se producía y dando por hecho que el capitán encontraría al fugitivo, pensaron que era mejor volver a la fortaleza pues al fin y al cabo la voluntad del Visir ya estaba cumplida. Sin embargo, Josué astutamente había conseguido burlar a sus perseguidores y en lugar de seguir hacia el rio se dio la vuelta acomodándose en lo más alto de un árbol desde el que observaba al Cadí y al Visir a sus pies viéndolos incomodos, pero satisfechos por haber ejecutado la macabra orden de Alí Menon. Los árboles de aquel bosque permanecían impasibles en sus eternos e inamovibles puestos esparciendo a su alrededor silencio, miedo y terror, como muda protesta que elevaban al cielo donde sabían que el Creador de la Naturaleza les escucharía. Mientras tanto el capitán y el pelotón en alocada carrera corrían camino del rio Guadalquivir por la Moratilla abajo.

A media tarde el Cadí y el Visir ya estaban en la fortaleza mientras que el capitán y su cuadrilla volvían a la fuente del Alto sin resultado alguno. Allí encontraron el cuerpo de Aixa irreconocible y tendido sobre el suelo aún en el mismo sitio que la dejaron, siguieron pesarosos hacia Hisn Al Turab pensando en volver para capturar al muladí que calificaron de traidor, el cual, cuando los vio desaparecer por el camino de los Caños, cautelosamente bajó del árbol.
Don Pedro, hombre correcto y cuidadoso con sus anfitriones hizo una pausa: Perdonadme si os resulta pesado el relato, comprendería perfectamente si lo dejamos para otro día…
Por nosotros no lo deje, contestó Elisa con el asentimiento de Diego, la historia es impresionante y nos encanta como nos la relata, pero si se siente cansado nos vamos que ya puede que sea tarde para usted.
 No, no me siento cansado en absoluto, me he prohibido a mí mismo cansarme cuando hablo con personas tan receptivas y atentas como vosotros. Contestó don Pedro a quien se le ocurrió la idea de llevarlos a dar un pequeño paseo:
Diversas imágenes representando a Santa María de la Fuente Santa
actualmente conocida como Virgen de la Fuensanta
 Os invito a que demos un paseo por aquí cerca de mi casa para poderos indicar  la situación de  los caminos y lugares que os he citado y situaros  geográficamente.
Los tres salieron de la casa y tomaron la cuesta de la corredera a la izquierda para subir hasta las eras donde los agricultores solían trillar el trigo y la cebada de sus cosechas, se situaron en la tercera era, la más alta de todas. Aunque era tarde, aún se veía bien como el sol esparcía sus últimos rayos detrás de las sierras de la Orospeda, mientras que al frente, Hisn Al Turab, mostraba su gigante silueta como dueño y señor de la comarca reflejando un tenue brillo fugaz al recibir el saludo del sol que se despedía hasta el próximo día.
Muy cerca se divisaba un pequeño montículo que parecía estar muy cerca, pero al que se llegaba tras una dura y empinada cuesta.
Aquí tenéis el mapa real, al frente Iznatoraf, como algunos ya se le empiezan a llamar. Ese montículo aparentemente cercano es el “mojón del Santo Espíritu” a cuyos pies se sitúa la llamada “cueva de Aixa” donde tuvieron la primera discusión los miembros del perverso cortejo y el camino que veis aquí es el que sube, pasando junto al mojón, y lleva hasta la fortaleza uniéndose con el de la fuente de los Caños poco antes de llegar a una cuesta casi imposible, sobre todo para los que tenemos “una edad”. Este es el camino que inicialmente tomaron para martirizar a Aixa en la cueva, pero, que al final desestimaron y tras sentenciar a muerte al bueno de Josué se dirigieron al camino de los Caños para llegar a la venta de Carlicos que es, dijo señalando con su brazo derecho extendido y prolongado por el dedo índice, la venta donde vosotros iréis a dormir. Pues más allá, donde se une el verdor de la alameda que sube con el poco bosque que aún queda, es donde definitivamente la martirizaron.
 Queridos amigos regresemos a la casa para continuar con el relato porque hasta aquí ha sido un hecho parecido a tantos otros similares que ocurrieron en aquellos tiempos y que aún hoy ocurren ya sea del lado almohade, ya sea del bando cristiano, que de todo hay en la viña del señor.
Esos hechos que no ocurrían todos los días pero que tampoco eran infrecuentes, no han arraigado en la tradición popular más allá de configurar una idea general de barbarie o de una “injusta justicia”, perdón por la expresión. Lo que hace que este relato que os hago, haya permanecido vivo en las gentes, reside en lo que ahora os voy a contar.
     Llegaron a la casa y de nuevo ante otra copa del magnífico vino que don Pedro mimaba en su pequeña viña junto al Guadalimar, continuó con su relato.

Dudó Josué sobre lo que debería de hacer, si intentar socorrer a la Reina y, si ya no había nada más que hacer por ella, al menos colocar su cuerpo a buen recaudo del ataque de los lobos, o irse lejos donde no lo encontrasen nunca pues en tal caso su cabeza caería al suelo de inmediato.
Muerto de miedo Josué la arrastró para colocarla en un pequeño cobertizo que improvisó con ramas al lado de la fuente del  Alto. Permaneció un rato junto a su cuerpo hablándole, como en aquellas reuniones a la que ella asistía alguna de las cuales se celebraban en la cueva del mojón.
Señora, señora no os muráis, nos haces falta murmuraba entre dientes en una especie de mezcla entre oración, deseo y lamento. Recordaba Josué que si Aixa estuviese viva le habría corregido y le hubiera dicho: “Hermana, hermana debes de decir, amigo Josué, que ante Dios y ante el mundo todos debemos de ser hermanos”, pues él sabía que esto es lo que aquella mujer siempre con dulzura gustaba de rectificar en su trato con los muladíes. 
No pudo contenerse ante aquella cruda realidad y Josué joven fuerte y apuesto con aspecto de varonil dureza rompió a llorar sobre el cuerpo de su Reina como respuesta a lo que, sin hablar le dijo, y como respuesta a su propia miseria.
No podría decir Josué el tiempo que permaneció así, pero cuando fue consciente de la situación escuchó como un suspiro salía de aquel cuerpo destrozado.

Impresionado y aturdido escuchó un ruido cercano y pensando que su cabeza rodaría en breve lleno de terror se puso a correr cuando el manto de la noche se había posado sobre La Moraleja. No tuvo serenidad ni entereza para escuchar mejor y percatarse de que eran los lobos en manada que andaban merodeando alrededor.
Dicen que unos aullidos desgarradores despidieron al bueno pero cobarde Josué.

Vista reciente del Santuario en el mismo lugar donde 

acaeció el suceso que se relata. Al fondo Hisn Al Turab
Pero ¡cómo fue capaz de huir aquel cobarde! no me lo explico – saltó Elisa con lágrimas en la cara- ¿Cómo se puede ser tan ruin y mezquino, como pudo ocurrir eso?

No seáis tan categórica, respondió don Pedro a tenor del énfasis con que hablaba más que por lo que decía Elisa, la caridad es fácil de ponerla en valor y ejercerla con el prójimo cuando nuestra propia vida no está en juego, pero yo no pongo la mano en el fuego de que no hubiera hecho lo mismo. Recuerda que vuestro apóstol Pedro, pilar de la actual iglesia católica negó hasta el exceso a su maestro que bien sabía Pedro que lo iban a matar. La condición humana derivada de nuestro ser mortal, o sea, de la carne, no tiene sintonía en casos límites con lo que nos dicta el espíritu.
Elisa encajó la corrección con verdadera humildad mientras que Diego le echaba el brazo por la espalda en señal de consuelo.
Perdonad don Pedro, pero supongo que los lobos hicieron lo que su naturaleza les pedía.

Ahí empieza la historia que hace a este suceso diferente de los demás.
Cuando al día siguiente antes del amanecer, después de pasar la noche en el cementerio, Josué arrepentido y valeroso subió corriendo por la alameda a la fuente del Alto encontrándose con que Aixa, que estaba sentada junto a la fuente, al oír ruido a su alrededor giró la cabeza y más bella que nunca, con aquellos ojos claros impecables y su cabello rubio como recién peinado con sus propias manos le dijo. Buenos días Josué, ¿tienes algo de comer para mí?
Las vendas estaban en el suelo rojas de sangre, el cobertizo que Josué preparó estaba intacto y no había ni rastro de los lobos.

Lleno Josué de asombro y en el más absoluto desconcierto le dijo: Aixa, mi Reina decidme ¿Qué ha ocurrido?, ¿Cómo es que estáis viva y sin las brutales heridas que os hicieron los malvados?  ¿Cómo es que las fieras os han respetado?, ¿Cómo es que tenéis los ojos y las manos que siempre tuvisteis si yo vi con mis propios ojos que os habían mutilado?
Aixa se le quedó mirando y le contestó. ¿Recuerdas Josué cuando hablábamos y tú y otros muladíes me contabais lo de la Santa María que está en le ermita de Hisn Al Turab?, y ¿recuerdas cómo me explicabais que el Viernes Santo permaneció al pie de la cruz donde a su hijo lo castigaron a morir por falsos testimonios de falsos testigos que solo buscaban dinero y poder?
 Pues bien, esta noche pasada después de que tú me trasladaste junto a la fuente llegaron los lobos, muchos lobos que me arroparon y me dieron calor hasta que pude entrar en mi propia conciencia que me avisaba de que moriría enseguida.  La fe que tú y los demás hermanos me propiciasteis y aquello que dijo Jesús de que la fe mueve montañas me vino como una inspiración a mi mente y enseguida un resplandor propio de un pequeño sol se me puso frente a mí.
Santa Maria de la Fuente Santa  procesionando
un 8 de Septiembre  alrededor de su Santuario
 La imagen de Santa María de Iznatorafe era nítida en sus palabras reconfortantes, aunque no podía verla. Me ordenó que sin quitarme las vendas mojase primero mis manos en esta fuente. Cayeron mis vendas y mis manos aparecieron, lo supe cuando pude manejarme con ellas y notar mis dedos al poder abrirlas y cerrarlas. Santa María de Iznatorafe que aún seguía ahí me ordenó que con mis manos me quitase la venda de los ojos al tiempo que colocaba mi cabeza bajo el chorro de la fuente. Así lo hice y sentí como mis ojos estaban sobre mi cuerpo, después ya podía ver, ya podía utilizar mis manos como pude comprobar al lavármelas bajo la fuente.

Santa María de Iznatorafe es blanca como la paz, tiene en su pelo ribetes negros de azabache y rubios como el oro, sus manos son cálidas y su voz dulce como dulce es el amor. Josué ahora me siento cristiana más que nunca me he sentido.

  Aixa ¿Qué más te dijo Santa María?
 Pues me dijo con toda claridad lo siguiente:
“Aixa vuelve a tu palacio
informa a tu marido Alí-Menón
quien te restituyó las manos
quien te devolvió la vista
quien removió tu corazón.
Dile quienes son tus hermanos
y, pues ya me conoces,
vuelve aquí con tu marido
para que mis hijos,
a los que tu tanto has querido,
en este te lugar

me veneren por siglos”

Con la boca, nada más me dijo, pero con su gesto serio y a la vez esperanzado, con sus ojos grandes, bellos y enormes bajo unas cejas expresivas en su quietud, se configuraba un rostro singular en una   cara expectante y serena que lo decía todo. La sola contemplación de su cara me transmitió lo que no cabría en un libro porque yo entendí lo que es la pureza del corazón al servicio del amor y del bien.
Aixa mi Reina, dijo Josué casi al tiempo que Aixa le corregía: mi hermana, Josué, mi hermana...
 ¿Qué quieres que hagamos?, podemos escondernos en algún lugar de los que conozco, se dé un lugar algo lejos de aquí pero donde nunca nos encontrarían, se llama Chincoya allí no habrá peligro alguno si cuidamos de escondernos en alguna de las cuevas cercanas al arroyo de Chillar.
No Josué, de ninguna manera, esta ocasión nos la pone Santa María la madre de Jesús el Cristo en nuestro camino para hacer todo lo contrario a escondernos.
 Alí-Menón se merece una oportunidad porque sus celos y sus violencias exageradas son fruto del mal que lleva dentro y que yo debo de sacarle de su alma endemoniada para hacerle hueco a la bondad y al amor. Además, Ella me lo ha ordenado con solo decirlo.
Estoy a tus ordenes Aixa, lo que tú me digas eso haré yo -dijo Josué- 
Ya te lo dije hermano, primero dame de comer tengo hambre, pero antes bebamos del agua de esta fuente que de ahora en adelante se llamará la “Fuente Santa”.
Bajaron andando por la cuesta de los álamos hasta el cruce con la de la Pasana donde había un establecimiento mitad venta mitad burdel en el que tomaron un buen plato de lomo en aceite y morcillas de la tierra con el pan blanco del molino de la familia de los Bolsas.
Josué con Aixa se acercaron a casa de un viejo amigo suyo mozárabe que vivía cerca de allí en la cuesta de los Álamos con el objeto de pedirle prestada una mula que le era necesaria para subir a la fortaleza con un encargo. El mozárabe amigo se la prestó, pero no le pasó desapercibida la mujer que, detrás de un velo de seda de calidad, esperaba a Josué.
¡Vaya con Josué ¡con que este es el encargo ¡toma la mula amigo y que pases buena noche Ja, ja!  Ya me la devolverás y ¡enhorabuena hombre!
Josué se limitó a no contestar y conducir a Aixa sobre la grupa de su mula hasta el palacio de Alí-Menón cerca de la puerta del Arrabal.
La imagen en Hisn Al Turab

Don Pedro acabó con estas palabras a la espera de alguna pregunta. Lógicamente algo pasaría dentro del palacio, el Rey tendría una reacción difícil de entender, la situación sería violenta…Estas y otras cuestiones salieron por la boca de sus interlocutores que tan metidos estaban en la leyenda, reclamando un final.
Don Pedro terminó:
Al cabo de veintiún días contados desde el día ocho de septiembre, el día de San Miguel para vosotros, empezaron las obras de una Ermita junto a la fuente que por orden de Alí-menón se hacía para el libre culto de los cristianos con todo el dinero que hiciese falta, comprometiéndose a participar personalmente en el culto cristiano sin renunciar al suyo propio porque Dios es Uno, aunque tenga diferentes nombres.
Además, con su propio dinero instituyó una casa destinada a recoger a los pobres cristianos o musulmanes, amigos o enemigos donde tendrían comida y podrían libremente optar por el culto que deseasen siempre bajo los auspicios de la Reina Aixa que dispondría libremente lo que considerase necesario.
    Aquella conversación de don Pedro con el matrimonio se desarrollaba el día 7 de septiembre del año 1179, siendo Abu Yaqub "Yusuf I" Emir del imperio Almohade que precisamente por esas fechas desde la capital instalada en Sevilla arrasaba y sembraba de terror los campos y pueblos de los cristianos del Al Ándalus.
Interior del Santuario. Anomalias constructivas  poco
frecuentes   en este tipo de construcciones, seguramente
 para aprovechar el Santuario original de la época
de Alfonso X el Sabio que sustituyó
 al edificado por Alí Menón.
Creo que se hace muy tarde y todos tenemos que descansar. Lo importante ya está dicho dijo Don Pedro
No obstante, tengo que poneros en alerta de que esto que habéis oído no lo comentéis con nadie ya que nadie lo comenta, aunque todos lo saben.
 El problema es, dijo bajando aún más la voz, que el actual Estado Almohade en el que se inscribe el Rey de Hisn Al Turab, prohíbe de forma tajante y con amenaza de severos castigos, la difusión de historias o comentarios que pongan en entredicho la integridad moral de cualquier dirigente musulmán actual o pasado.
 Ya comprenderéis, lo digo por la extrañeza de Elisa que dio origen a esta conversación, que la gente ande por la calle con precauciones ya que mañana se conmemora el aniversario del suceso que os he relatado y que aquí es el día más importante de la comarca, ellos lo saben y extreman su vigilancia aun cuando no han prohibido la tradicional subida a la ermita de la Fuente Santa.
Muy a pesar de Elisa y de Diego, pero comprendiendo que no eran horas de hablar, sobre todo para don Pedro, dieron por terminada la sesión, pero con la intención de seguir ilustrándose por su boca del hermoso suceso que por lo que intuían pertenecía con gran arraigo al patrimonio cultural y religioso de todas las gentes de la comarca.

    Diego y Elisa miraron el reloj de arena de don Pedro que repetidas veces lo tuvo que girar a lo largo de la extensa velada. Era ya muy tarde y la oscuridad dominaba el ambiente en La Moraleja.
     Don Pedro les ofreció su casa por si querían quedarse a dormir, ellos amablemente declinaron la invitación y dando gentiles muestras de agradecimiento, pensativos e impresionados se dirigieron a la venta de Carlicos al paso de una mula cansada y malhumorada por haberle roto su conciliador sueño de cada noche.

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