lunes, 28 de octubre de 2019

Una nueva etapa para la Hermandad del Rocío de Valencia


El día 26 de Octubre de 2019 se abrió para la Hermandad una nueva puerta para dar entrada a la esperanza.





El pasado sábado 26 de Octubre, la Hermandad del Rocío de Valencia inició una nueva etapa dentro de su andadura para el cumplimiento de los fines institucionales reflejados en sus Reglas.

Don Fernando Tomás March,  director
 espiritual   de la Hermandad
del Rocío de Valencia
 Los miembros de la nueva junta juraron su cargo, el hermano mayor, don Félix Galán, impuso la medalla de la Hermandad a don Fernando, el nuevo director espiritual de la Hermandad.

 Se llevó a cabo la renovación de cargos, la transmisión de las varas plateadas y hermosas junto con las respectivas medallas rocieras que acreditan la visión externa de un espíritu de renovación, de unas ganas de mejora, de cumplimiento y fidelidad a la letra y al espíritu de Reglas de la Hermandad.

 Además se expuso el recién estrenado  “Guión de camino” de la Hermandad, que será el primero en abrir paso al “Simpecao” en cualquier cortejo o desfile que de ahora en adelante tenga que realizar la Hermandad, (su simbología es la misma que la de la cruz que abre el camino de las hermandades de penitencia en cualquier semana santa española).

Todo ello se llevó a cabo en el transcurso de una misa en la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles, oficiada por el director espiritual de la Hermandad, a  la que asistieron numerosos hermanos.

El nuevo Guión de camino que
 fue presentado a  la Hermandad
en la misa del día 26/10/2019
Las canciones, interpretadas por el Coro de la hermandad, inundaron el templo de aromas rocieras que se fueron esparciendo posándose sobre los corazones receptivos que viven y laten con fuerza dentro de quienes desean fervientemente que la hermandad sea un camino perpetuo, una andadura, un "guión de camino" para sus vidas.

La más pura esencia de esas canciones no cayó en saco roto para don Fernando, nuestro director, quien recogió el mensaje de la primera de las canciones interpretadas que dice así: “Para ser buen rociero primero hay que ser cristiano, acordarse del que sufre y luego echarle una mano…” y, apoyándose en las lecturas correspondientes a la liturgia del día, pronunció una homilía, su primera homilía dentro de la hermandad, que a mi juicio puede y debe ser piedra angular de la nueva etapa.

Habló de las figuras bíblicas del Fariseo y del Publicano, que por muy bíblicas que sean, siguen siendo de rabiosa actualidad.
“…los dos son hijos de Dios, pero el publicano queda justificado y el fariseo se queda muy lejos de Él , el fariseo es el que solo mira para sí mismo, el publicano baja la cabeza y dice Ten piedad de mí y ten misericordia de mí , Señor, porque soy un pecador... ”.

y continúa don Fernando:

“…Que nos quiere decir esto y como aplicarlo a la realidad de la hermandad?:
Todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será enaltecido. La actitud de María es de humildad... se alegra mi espíritu ante el señor porque ha mirado la puridad...
Es Dios el que nos da y regala todo, poca es nuestra actuación, casi todo se nos ha dado o heredado…Tenemos que estar abiertos a trabajar para los demás, a servir, a escuchar, debemos de reconocernos pecadores y andar el camino de Jesús, un camino difícil…”

Y en este punto es donde nuestro director espiritual enlaza con la hermandad:

Para ser buen rociero primero hay que ser cristiano, por tanto si ser cristiano es exigente, ser rociero también lo tiene que ser, por eso hoy que se proclaman los nuevos cargos dentro de la hermandad es importante que las personas que van a recibirlos  sepan que esas medallas y cargos no suponen más que una actitud de servicio , para servir y ayudar a que otros se acerquen a María y a través de ella, a Jesús.
 Que nos ayude la virgen María.
Digamos Si para la Hermandad del Rocío, Si a la Virgen María, para que nos ayude a caminar creciendo en la fe, en la esperanza y en el amor de Cristo

       El mensaje es claro, evidentemente no es solo la Junta de gobierno quien tiene que  tener actitud de servicio, sino todos y cada uno de los hermanos  quienes con una actitud permanente guiada por una ilusión constantemente alimentada por el espíritu rociero ya sea en el trabajo, en el hogar, en la convivencia con amigos, hijos, nietos o ante nosotros mismos, seamos capaces de transmitir, esparcir por todo el recinto, no ya del templo como lo hace el coro con sus canciones, sino por todo el mundo y en particular por nuestra España malherida en estos tiempos que corren, el mensaje definitivo que da sentido a la vida, el que te ayudará para pasar con éxito al otro lado del río de la vida, el que tiene que cuajar en frutos de calidad para adornar y honrar a María, Santa María del Rocío con nuestros mejores sentimientos, con las rosas y aromas  de nuestra verdad rociera. 
        Pero para eso somos rocieros, la dureza del camino, que ya sabemos en lo que consiste, o al menos en lo que debe de consistir, nos tiene que servir para comprender mejor las palabras de nuestro director espiritual:

  “debemos de reconocernos pecadores y andar el camino de Jesús, un camino difícil…” y poner en práctica todo lo que un día juramos que no es otra cosa que:
                      “Para ser buen rociero primero hay que ser cristiano”.


 
                                              !Viva la virgen del Rocío!

                                                                   Enrique López Gámiz 
                                                           (un hermano de la Hermandad)






























lunes, 15 de julio de 2019

El extraordinario relato del suceso de la Fuente Santa de las Cuatro villas-2-


Capítulo IX:    El relato de la Fuente Santa. 2.




P
ues bien- continuó don  Pedro- llegados al lugar de la fuente del Alto los asesinos se apresuraron y  una vez que los funcionarios del Rey se aseguraron de no ser vistos desde la fortaleza y de que por aquellos alrededores no había persona alguna, dieron al capitán la orden de ejecutar la condena y de que  a continuación, cuando emprendiesen la subida hacia Hisn Al Turab, se quedase rezagado y sin alboroto alguno cortase la cabeza al muladí hablador en presencia de sus compañeros como ejemplo y escarmiento para quien no cumple las ordenes.
Amordazaron a la mujer en medio de su desesperación e inútiles intentos de evadirse y de forma brutal, sin piedad alguna, procedieron a las atroces mutilaciones de manos primero y de sus ojos después. El capitán provisto de gruesas vendas, le taponó las extremidades mutiladas y apretó fuertemente sobre las órbitas vacías otra venda para hacer más lento el paso del tiempo sobre aquella infeliz que afortunadamente para ella perdió el conocimiento con la primera mutilación.
Josué miraba tragándose las lágrimas mientras que el Cadí y el Visir se felicitaban por la pericia del capitán y por el acierto del lugar elegido para cumplir con la voluntad de Alí-Menón, porque con seguridad, aquella noche los lobos, abundantes en exceso por aquellos parajes, llegarían a beber a la fuente y de paso devorarían los restos de la Reina que según ellos para entonces ya habría perdido la vida.
Como veis no andaban con sutilezas aquellos sarracenos.
Iniciaba la comitiva su recorrido de vuelta hacia la fortaleza cuando el capitán disponiéndose a ejecutar la segunda parte ordenó parar al pelotón; en ese instante Josué que ya se lo esperaba, buen conocedor de la zona y de la proximidad a los escarpes y cuevas próximas por el camino de la Moratilla que bajaba hasta el Guadalquivir, se puso a correr como una gacela haciéndoles creer que se dirigía hacia el rio perdiéndose entre la profundidad de aquel frondoso bosque.
El capitán dio orden de buscarlo y así lo intentaban, pero el desconcierto de los soldados aturdidos aún por la brutal masacre ejecutada sobre aquella infeliz mujer era tal que, viéndola tendida en medio del charco de sangre, eran incapaces de coordinar movimientos mientras que Josué avanzaba seguro hacia lugar conocido solo por el, al tiempo que maldecía a quienes habían concebido tan brutal agresión. El Cadí y el Visir al percatarse de la incómoda situación volvieron al lugar donde yacía la Reina que, según ellos, prácticamente estaba muerta.
Con toda suerte de juramentos y amenazas ordenaban la captura inmediata del desertor, pero viendo que el tiempo pasaba y que la captura no se producía y dando por hecho que el capitán encontraría al fugitivo, pensaron que era mejor volver a la fortaleza pues al fin y al cabo la voluntad del Visir ya estaba cumplida. Sin embargo, Josué astutamente había conseguido burlar a sus perseguidores y en lugar de seguir hacia el rio se dio la vuelta acomodándose en lo más alto de un árbol desde el que observaba al Cadí y al Visir a sus pies viéndolos incomodos, pero satisfechos por haber ejecutado la macabra orden de Alí Menon. Los árboles de aquel bosque permanecían impasibles en sus eternos e inamovibles puestos esparciendo a su alrededor silencio, miedo y terror, como muda protesta que elevaban al cielo donde sabían que el Creador de la Naturaleza les escucharía. Mientras tanto el capitán y el pelotón en alocada carrera corrían camino del rio Guadalquivir por la Moratilla abajo.

A media tarde el Cadí y el Visir ya estaban en la fortaleza mientras que el capitán y su cuadrilla volvían a la fuente del Alto sin resultado alguno. Allí encontraron el cuerpo de Aixa irreconocible y tendido sobre el suelo aún en el mismo sitio que la dejaron, siguieron pesarosos hacia Hisn Al Turab pensando en volver para capturar al muladí que calificaron de traidor, el cual, cuando los vio desaparecer por el camino de los Caños, cautelosamente bajó del árbol.
Don Pedro, hombre correcto y cuidadoso con sus anfitriones hizo una pausa: Perdonadme si os resulta pesado el relato, comprendería perfectamente si lo dejamos para otro día…
Por nosotros no lo deje, contestó Elisa con el asentimiento de Diego, la historia es impresionante y nos encanta como nos la relata, pero si se siente cansado nos vamos que ya puede que sea tarde para usted.
 No, no me siento cansado en absoluto, me he prohibido a mí mismo cansarme cuando hablo con personas tan receptivas y atentas como vosotros. Contestó don Pedro a quien se le ocurrió la idea de llevarlos a dar un pequeño paseo:
Diversas imágenes representando a Santa María de la Fuente Santa
actualmente conocida como Virgen de la Fuensanta
 Os invito a que demos un paseo por aquí cerca de mi casa para poderos indicar  la situación de  los caminos y lugares que os he citado y situaros  geográficamente.
Los tres salieron de la casa y tomaron la cuesta de la corredera a la izquierda para subir hasta las eras donde los agricultores solían trillar el trigo y la cebada de sus cosechas, se situaron en la tercera era, la más alta de todas. Aunque era tarde, aún se veía bien como el sol esparcía sus últimos rayos detrás de las sierras de la Orospeda, mientras que al frente, Hisn Al Turab, mostraba su gigante silueta como dueño y señor de la comarca reflejando un tenue brillo fugaz al recibir el saludo del sol que se despedía hasta el próximo día.
Muy cerca se divisaba un pequeño montículo que parecía estar muy cerca, pero al que se llegaba tras una dura y empinada cuesta.
Aquí tenéis el mapa real, al frente Iznatoraf, como algunos ya se le empiezan a llamar. Ese montículo aparentemente cercano es el “mojón del Santo Espíritu” a cuyos pies se sitúa la llamada “cueva de Aixa” donde tuvieron la primera discusión los miembros del perverso cortejo y el camino que veis aquí es el que sube, pasando junto al mojón, y lleva hasta la fortaleza uniéndose con el de la fuente de los Caños poco antes de llegar a una cuesta casi imposible, sobre todo para los que tenemos “una edad”. Este es el camino que inicialmente tomaron para martirizar a Aixa en la cueva, pero, que al final desestimaron y tras sentenciar a muerte al bueno de Josué se dirigieron al camino de los Caños para llegar a la venta de Carlicos que es, dijo señalando con su brazo derecho extendido y prolongado por el dedo índice, la venta donde vosotros iréis a dormir. Pues más allá, donde se une el verdor de la alameda que sube con el poco bosque que aún queda, es donde definitivamente la martirizaron.
 Queridos amigos regresemos a la casa para continuar con el relato porque hasta aquí ha sido un hecho parecido a tantos otros similares que ocurrieron en aquellos tiempos y que aún hoy ocurren ya sea del lado almohade, ya sea del bando cristiano, que de todo hay en la viña del señor.
Esos hechos que no ocurrían todos los días pero que tampoco eran infrecuentes, no han arraigado en la tradición popular más allá de configurar una idea general de barbarie o de una “injusta justicia”, perdón por la expresión. Lo que hace que este relato que os hago, haya permanecido vivo en las gentes, reside en lo que ahora os voy a contar.
     Llegaron a la casa y de nuevo ante otra copa del magnífico vino que don Pedro mimaba en su pequeña viña junto al Guadalimar, continuó con su relato.

Dudó Josué sobre lo que debería de hacer, si intentar socorrer a la Reina y, si ya no había nada más que hacer por ella, al menos colocar su cuerpo a buen recaudo del ataque de los lobos, o irse lejos donde no lo encontrasen nunca pues en tal caso su cabeza caería al suelo de inmediato.
Muerto de miedo Josué la arrastró para colocarla en un pequeño cobertizo que improvisó con ramas al lado de la fuente del  Alto. Permaneció un rato junto a su cuerpo hablándole, como en aquellas reuniones a la que ella asistía alguna de las cuales se celebraban en la cueva del mojón.
Señora, señora no os muráis, nos haces falta murmuraba entre dientes en una especie de mezcla entre oración, deseo y lamento. Recordaba Josué que si Aixa estuviese viva le habría corregido y le hubiera dicho: “Hermana, hermana debes de decir, amigo Josué, que ante Dios y ante el mundo todos debemos de ser hermanos”, pues él sabía que esto es lo que aquella mujer siempre con dulzura gustaba de rectificar en su trato con los muladíes. 
No pudo contenerse ante aquella cruda realidad y Josué joven fuerte y apuesto con aspecto de varonil dureza rompió a llorar sobre el cuerpo de su Reina como respuesta a lo que, sin hablar le dijo, y como respuesta a su propia miseria.
No podría decir Josué el tiempo que permaneció así, pero cuando fue consciente de la situación escuchó como un suspiro salía de aquel cuerpo destrozado.

Impresionado y aturdido escuchó un ruido cercano y pensando que su cabeza rodaría en breve lleno de terror se puso a correr cuando el manto de la noche se había posado sobre La Moraleja. No tuvo serenidad ni entereza para escuchar mejor y percatarse de que eran los lobos en manada que andaban merodeando alrededor.
Dicen que unos aullidos desgarradores despidieron al bueno pero cobarde Josué.

Vista reciente del Santuario en el mismo lugar donde 

acaeció el suceso que se relata. Al fondo Hisn Al Turab
Pero ¡cómo fue capaz de huir aquel cobarde! no me lo explico – saltó Elisa con lágrimas en la cara- ¿Cómo se puede ser tan ruin y mezquino, como pudo ocurrir eso?

No seáis tan categórica, respondió don Pedro a tenor del énfasis con que hablaba más que por lo que decía Elisa, la caridad es fácil de ponerla en valor y ejercerla con el prójimo cuando nuestra propia vida no está en juego, pero yo no pongo la mano en el fuego de que no hubiera hecho lo mismo. Recuerda que vuestro apóstol Pedro, pilar de la actual iglesia católica negó hasta el exceso a su maestro que bien sabía Pedro que lo iban a matar. La condición humana derivada de nuestro ser mortal, o sea, de la carne, no tiene sintonía en casos límites con lo que nos dicta el espíritu.
Elisa encajó la corrección con verdadera humildad mientras que Diego le echaba el brazo por la espalda en señal de consuelo.
Perdonad don Pedro, pero supongo que los lobos hicieron lo que su naturaleza les pedía.

Ahí empieza la historia que hace a este suceso diferente de los demás.
Cuando al día siguiente antes del amanecer, después de pasar la noche en el cementerio, Josué arrepentido y valeroso subió corriendo por la alameda a la fuente del Alto encontrándose con que Aixa, que estaba sentada junto a la fuente, al oír ruido a su alrededor giró la cabeza y más bella que nunca, con aquellos ojos claros impecables y su cabello rubio como recién peinado con sus propias manos le dijo. Buenos días Josué, ¿tienes algo de comer para mí?
Las vendas estaban en el suelo rojas de sangre, el cobertizo que Josué preparó estaba intacto y no había ni rastro de los lobos.

Lleno Josué de asombro y en el más absoluto desconcierto le dijo: Aixa, mi Reina decidme ¿Qué ha ocurrido?, ¿Cómo es que estáis viva y sin las brutales heridas que os hicieron los malvados?  ¿Cómo es que las fieras os han respetado?, ¿Cómo es que tenéis los ojos y las manos que siempre tuvisteis si yo vi con mis propios ojos que os habían mutilado?
Aixa se le quedó mirando y le contestó. ¿Recuerdas Josué cuando hablábamos y tú y otros muladíes me contabais lo de la Santa María que está en le ermita de Hisn Al Turab?, y ¿recuerdas cómo me explicabais que el Viernes Santo permaneció al pie de la cruz donde a su hijo lo castigaron a morir por falsos testimonios de falsos testigos que solo buscaban dinero y poder?
 Pues bien, esta noche pasada después de que tú me trasladaste junto a la fuente llegaron los lobos, muchos lobos que me arroparon y me dieron calor hasta que pude entrar en mi propia conciencia que me avisaba de que moriría enseguida.  La fe que tú y los demás hermanos me propiciasteis y aquello que dijo Jesús de que la fe mueve montañas me vino como una inspiración a mi mente y enseguida un resplandor propio de un pequeño sol se me puso frente a mí.
Santa Maria de la Fuente Santa  procesionando
un 8 de Septiembre  alrededor de su Santuario
 La imagen de Santa María de Iznatorafe era nítida en sus palabras reconfortantes, aunque no podía verla. Me ordenó que sin quitarme las vendas mojase primero mis manos en esta fuente. Cayeron mis vendas y mis manos aparecieron, lo supe cuando pude manejarme con ellas y notar mis dedos al poder abrirlas y cerrarlas. Santa María de Iznatorafe que aún seguía ahí me ordenó que con mis manos me quitase la venda de los ojos al tiempo que colocaba mi cabeza bajo el chorro de la fuente. Así lo hice y sentí como mis ojos estaban sobre mi cuerpo, después ya podía ver, ya podía utilizar mis manos como pude comprobar al lavármelas bajo la fuente.

Santa María de Iznatorafe es blanca como la paz, tiene en su pelo ribetes negros de azabache y rubios como el oro, sus manos son cálidas y su voz dulce como dulce es el amor. Josué ahora me siento cristiana más que nunca me he sentido.

  Aixa ¿Qué más te dijo Santa María?
 Pues me dijo con toda claridad lo siguiente:
“Aixa vuelve a tu palacio
informa a tu marido Alí-Menón
quien te restituyó las manos
quien te devolvió la vista
quien removió tu corazón.
Dile quienes son tus hermanos
y, pues ya me conoces,
vuelve aquí con tu marido
para que mis hijos,
a los que tu tanto has querido,
en este te lugar

me veneren por siglos”

Con la boca, nada más me dijo, pero con su gesto serio y a la vez esperanzado, con sus ojos grandes, bellos y enormes bajo unas cejas expresivas en su quietud, se configuraba un rostro singular en una   cara expectante y serena que lo decía todo. La sola contemplación de su cara me transmitió lo que no cabría en un libro porque yo entendí lo que es la pureza del corazón al servicio del amor y del bien.
Aixa mi Reina, dijo Josué casi al tiempo que Aixa le corregía: mi hermana, Josué, mi hermana...
 ¿Qué quieres que hagamos?, podemos escondernos en algún lugar de los que conozco, se dé un lugar algo lejos de aquí pero donde nunca nos encontrarían, se llama Chincoya allí no habrá peligro alguno si cuidamos de escondernos en alguna de las cuevas cercanas al arroyo de Chillar.
No Josué, de ninguna manera, esta ocasión nos la pone Santa María la madre de Jesús el Cristo en nuestro camino para hacer todo lo contrario a escondernos.
 Alí-Menón se merece una oportunidad porque sus celos y sus violencias exageradas son fruto del mal que lleva dentro y que yo debo de sacarle de su alma endemoniada para hacerle hueco a la bondad y al amor. Además, Ella me lo ha ordenado con solo decirlo.
Estoy a tus ordenes Aixa, lo que tú me digas eso haré yo -dijo Josué- 
Ya te lo dije hermano, primero dame de comer tengo hambre, pero antes bebamos del agua de esta fuente que de ahora en adelante se llamará la “Fuente Santa”.
Bajaron andando por la cuesta de los álamos hasta el cruce con la de la Pasana donde había un establecimiento mitad venta mitad burdel en el que tomaron un buen plato de lomo en aceite y morcillas de la tierra con el pan blanco del molino de la familia de los Bolsas.
Josué con Aixa se acercaron a casa de un viejo amigo suyo mozárabe que vivía cerca de allí en la cuesta de los Álamos con el objeto de pedirle prestada una mula que le era necesaria para subir a la fortaleza con un encargo. El mozárabe amigo se la prestó, pero no le pasó desapercibida la mujer que, detrás de un velo de seda de calidad, esperaba a Josué.
¡Vaya con Josué ¡con que este es el encargo ¡toma la mula amigo y que pases buena noche Ja, ja!  Ya me la devolverás y ¡enhorabuena hombre!
Josué se limitó a no contestar y conducir a Aixa sobre la grupa de su mula hasta el palacio de Alí-Menón cerca de la puerta del Arrabal.
La imagen en Hisn Al Turab

Don Pedro acabó con estas palabras a la espera de alguna pregunta. Lógicamente algo pasaría dentro del palacio, el Rey tendría una reacción difícil de entender, la situación sería violenta…Estas y otras cuestiones salieron por la boca de sus interlocutores que tan metidos estaban en la leyenda, reclamando un final.
Don Pedro terminó:
Al cabo de veintiún días contados desde el día ocho de septiembre, el día de San Miguel para vosotros, empezaron las obras de una Ermita junto a la fuente que por orden de Alí-menón se hacía para el libre culto de los cristianos con todo el dinero que hiciese falta, comprometiéndose a participar personalmente en el culto cristiano sin renunciar al suyo propio porque Dios es Uno, aunque tenga diferentes nombres.
Además, con su propio dinero instituyó una casa destinada a recoger a los pobres cristianos o musulmanes, amigos o enemigos donde tendrían comida y podrían libremente optar por el culto que deseasen siempre bajo los auspicios de la Reina Aixa que dispondría libremente lo que considerase necesario.
    Aquella conversación de don Pedro con el matrimonio se desarrollaba el día 7 de septiembre del año 1179, siendo Abu Yaqub "Yusuf I" Emir del imperio Almohade que precisamente por esas fechas desde la capital instalada en Sevilla arrasaba y sembraba de terror los campos y pueblos de los cristianos del Al Ándalus.
Interior del Santuario. Anomalias constructivas  poco
frecuentes   en este tipo de construcciones, seguramente
 para aprovechar el Santuario original de la época
de Alfonso X el Sabio que sustituyó
 al edificado por Alí Menón.
Creo que se hace muy tarde y todos tenemos que descansar. Lo importante ya está dicho dijo Don Pedro
No obstante, tengo que poneros en alerta de que esto que habéis oído no lo comentéis con nadie ya que nadie lo comenta, aunque todos lo saben.
 El problema es, dijo bajando aún más la voz, que el actual Estado Almohade en el que se inscribe el Rey de Hisn Al Turab, prohíbe de forma tajante y con amenaza de severos castigos, la difusión de historias o comentarios que pongan en entredicho la integridad moral de cualquier dirigente musulmán actual o pasado.
 Ya comprenderéis, lo digo por la extrañeza de Elisa que dio origen a esta conversación, que la gente ande por la calle con precauciones ya que mañana se conmemora el aniversario del suceso que os he relatado y que aquí es el día más importante de la comarca, ellos lo saben y extreman su vigilancia aun cuando no han prohibido la tradicional subida a la ermita de la Fuente Santa.
Muy a pesar de Elisa y de Diego, pero comprendiendo que no eran horas de hablar, sobre todo para don Pedro, dieron por terminada la sesión, pero con la intención de seguir ilustrándose por su boca del hermoso suceso que por lo que intuían pertenecía con gran arraigo al patrimonio cultural y religioso de todas las gentes de la comarca.

    Diego y Elisa miraron el reloj de arena de don Pedro que repetidas veces lo tuvo que girar a lo largo de la extensa velada. Era ya muy tarde y la oscuridad dominaba el ambiente en La Moraleja.
     Don Pedro les ofreció su casa por si querían quedarse a dormir, ellos amablemente declinaron la invitación y dando gentiles muestras de agradecimiento, pensativos e impresionados se dirigieron a la venta de Carlicos al paso de una mula cansada y malhumorada por haberle roto su conciliador sueño de cada noche.

jueves, 4 de julio de 2019

El extraordinario suceso de la Fuente Santa de las Cuatro Villas I




Capítulo VIII:   El relato de la Fuente Santa.1






D
on Diego continuó: Alí-menón, aunque por su formación pertenecía a la avanzada cultura califal era muy fiel a su religión, el islam de Mahoma, y esto le llevaba a mantener en su fuero interno un cierto recelo hacia los cristianos mozárabes que habitaban en su reino.
Por otro lado, este Rey también era fiel al mandato político que había asumido del Califato que, aunque cercano, ya fuese un recuerdo, admitía la presencia de los cristianos y el cumplimiento de sus ritos y cultos que ejercían en una ermita muy antigua que se erigió en Iznatoraf antes de llamarse Hisn Al Turab, en la época de las persecuciones religiosas de Diocleciano allá por el tercer siglo después del nacimiento de Jesús el Cristo.
 Perdonad que le interrumpa- intervino Diego que al igual que Elisa estaban encantados con la claridad de ideas y conocimientos que exhibía don Pedro en su relato. ¿No es por esa época cuando tuvo lugar por estas tierras el primer concilio que en la Hispania romana se celebró?
 Exactamente amigo Diego- contestó don Pedro al tiempo que en su cara se adivinaba la satisfacción de estar ante dos interlocutores cultos que además se interesaban por su relato. Eso ocurrió en la ciudad de Elvira, que ahora se llama Granada, en los primeros años anteriores a la gran persecución y allí precisamente los dirigentes de la Iglesia Católica, uno de los cuales era el Obispo de Mentesa, representante de los cristianos de estas tierras donde nos encontramos, se reunieron para atajar la confusión que se estaba creando entre el paganismo y el cristianismo prohibiendo entre otras cosas el culto a las imágenes.
Pues como digo, había una Ermita que Alí-menón respetaba, donde los Cristianos Mozárabes rendían culto a una imagen que representaba a la madre de Jesús el Cristo, a la que llamaban “Santa María” y a la que atribuían “con ardiente amor la realización de mil socorros de la Divina Gracia” según ellos decían sin mencionar en ningún momento la palabra “milagro”. Esta imagen era, según me contaron mis abuelos, una reproducción tosca de una pintura que San Hisicio de Cazorla o tal vez alguno de los llamados “Santos barones apostólicos” trajo directamente desde Jerusalén cuando acompañaron al Apóstol Santiago, según decís los cristianos, a la entonces joya del Imperio Romano que era conocida como Hispania.
Don Pedro pensando por un momento que con sus apostillas y comentarios pudiese herir la sensibilidad religiosa de aquella encantadora pareja que tenía ante sí, haciendo una pausa como si con ella quisiera apaciguar al molesto coro de pertinaces chicharras veraniegas, que ya resultaban molestas por su insistencia, dijo:
Perdonad queridos amigos si mis comentarios pueden resultarles hirientes para su sensibilidad religiosa. Ya sabéis que yo como  perteneciente a la religión Judía no participo en los ritos ni en muchas de las creencias Cristianas, lo cual no significa que a estos ritos y creencias, tanto judías como cristianas, les atribuya un lugar que solo puede ocupar la práctica religiosa verdadera que se desarrolla en el amor al prójimo a través de la limosna, comprensión o resistencia a los sermones como este que os estoy dando…, dijo jocosamente dando lugar a comedidas carcajadas de complicidad por parte de sus invitados que indicaban a todas luces su opinión sobre lo equivocado que estaba don  Pedro al declararse a sí mismo como sermonista aburridor de sus escuchantes.
Pues señor don Pedro, y no me equivoco al hablar también en nombre de mi marido - dijo Elisa -, al decirle que vuestra conversación goza de muchas virtudes difíciles de encontrar reunidas en una persona, sus amplios conocimientos, su claridad de exposición, su sinceridad y su delicadeza al pensar lo que nosotros podríamos pensar o deducir de algunas cosas de las que nos habla. Pero le diré más, sepa que nos está instruyendo en conocimientos muy necesarios para nuestra futura convivencia en esta población y sepa también que por encima de su saber y por encima de su decir, está su propia alma que flota en el ambiente inundando este lugar de paz y sabiduría. Así que, don Pedro hable lo que le plazca y como desee que nosotros estaremos encantados.
Mis sinceras gracias a los dos, dijo don Pedro antes de continuar con su charla. Como les decía Alí-menón no era amigo de los ritos cristianos, pero los consentía porque eran legales según las leyes vigentes que dictó el Califato.
Pero he aquí que el Rey estaba casado con una mora de alto rango y condición llamada Aixa, que gustaba de instruirse en los misterios y conceptos de la fe cristiana y de asistir en secreto, sin que su esposo lo supiera por temor a contrariarle. Esta instrucción la recibía de los mismos cristianos indigentes que, no pudiendo pagar tributo, no consiguieron el estatus de mozárabe por lo que pasaron, no tenían otro remedio, a ser muladíes, es decir, que renegaron de su religión para convertirse al islam, aunque hay que admitir que, en muchos casos, si no lo fue en la gran mayoría, se trataba de una renuncia de conveniencia pues en ello les iba la vida y no todo el mundo ha nacido para mártir. Pues como digo, ese grupo de muladíes que eran cristianos indigentes a los que Aixa socorría personalmente y ayudaba hasta donde la discreción le permitía, instruían a su reina con su conversación y comentarios entre ellos. Estos encuentros se producían una vez a la semana aproximadamente y casi siempre en viernes.
Una mirada de asombro se cruzó entre Elisa y Diego, parecía demasiada coincidencia, Diego que había aprendido de Elisa en el “Campo de las miserias” de la Iruela como se practicaba una religión al mismo tiempo que se ayudaba al prójimo a sobrellevar los sufrimientos, encontró coincidencias entre Aixa y Elisa y como un relámpago que pasa por la imaginación volvió a pensar una vez más que aquella conversación no era fruto de la casualidad y algo más profundo se amasaba en su interior. Elisa por su parte percibió el relámpago que cruzó la mente de Diego y daba gracias a Dios por la forma tan delicadamente excelsa en la que a ella y a Diego los conducía, insuflándoles en los momentos más necesarios el aliento de la fe y la esperanza para tomar una decisión correcta sobre el deseado traslado de Quesada a La Moraleja.  Don Pedro se dio cuenta de aquella complicidad entre el matrimonio y no quiso ser indiscreto por lo que continuó, tras una breve pausa, la necesaria para consultar con su reloj de arena la hora en la que estaban. Habían transcurrido ya dos horas desde que terminaron de cenar y las sombras del atardecer impedían ver ya la silueta de Chiclana, un poco sí que se distinguía la de Sorihuela y aún era patente, mirando hacia la izquierda de aquella hermosa terraza, la silueta del gran Hisn Al Turab, Torafe, el padre de La Moraleja.  
Los encuentros de los viernes entre la reina Aixa y los indigentes cristianos muladíes se realizaban fuera del recinto amurallado, según dicen, en una pequeña cueva al abrigo de un montículo existente a medio camino entre La Moraleja e Iznatoraf al que ahora se le conoce como “el mojón del Santo Espíritu” desde donde se divisa La Moraleja. También otras veces se reunían en las proximidades de lo que hoy es la “venta Carlicos”, donde vosotros estáis hospedados, en un lugar bastante oculto bajo un bosque de álamos donde había y sigue habiendo una fuente abundante con cristalino manantial procedente de las exudaciones acuosas de un gran acuífero que existe bajo el monte de Iznatoraf. Hoy en este lugar existe una ermita de buenas proporciones, aunque en no muy buen estado de conservación que fue construida en los tiempos a los que se refiere este relato que os estoy contando y en el que más adelante comprenderéis la razón de su construcción.
Portada del libro editado en 1669 en el que  se narran
  los hechos acaecidos en la comarca de las cuatro
 Villas entre los años 1010 y 1264 aproximadamente
Como siempre pasa, no hay secreto que no acabe sabiéndose así que llegó a oídos de Alí-menón la existencia de tales encuentros por boca de los aduladores que supieron dar las modificaciones y adornos necesarios a la verdadera actividad de la reina para intrigar y hacer enfurecer al Rey. Para ello, sabedores de la extraordinaria belleza de Aixa, de su exuberante juventud y de la edad ya un tanto avanzada de Alí-menón así como de su condición de hombre celoso, le contaron con detalle que la reina abandonaba el palacio en secreto todos los viernes para reunirse con un amante muladí que había jurado en falso su adhesión a la religión del Profeta y que a estas  entrevistas la reina acudía disfrazada a un lugar que no siempre era el mismo pero donde se reunían además otros  muladíes que le servían de coartada para disimular su deslealtad e infidelidad al glorioso Alí-menón.
Pasados unos días el propio Rey fue guiado por sus aduladores y un cortejo de soldados hasta la cueva del mojón donde, efectivamente, pudo ver a la reina vestida como una mujer mozárabe más, y como en el interior de la cueva permanecía sentada en el suelo hablando con un grupo de indigentes muladíes mientras repartía viandas que extraía de un cesto repleto llevado por un joven con apariencia de cristiano a juzgar por su aspecto y sus modales. Oculto el Rey tras unos arbustos próximos pudo observar a su esposa la reina y, cegado por unos celos locos y sin fin, se sintió herido y humillado y, retirándose unos pasos lejos de la cueva, mandó a su guardia que apresaran a todos los presentes en aquella reunión y los subieran a Iznatoraf en gran secreto encerrándolos en celdas separadas a la mujer que había sentada en el suelo y al joven que sostenía la cesta.
Al día siguiente visitó al joven en la prisión que había en unos subterráneos de la torre central y le preguntó por sus amores con la reina, como el joven negara semejante acusación, hizo llamar el Rey a los aduladores que le habían contado lo que ocurría entre los cuales estaban el Visir y el Cadí de su corte, dándoles la instrucción de que se encargasen de conseguir una declaración escrita firmada por el joven en la que manifestara la certeza de lo que ellos le habían contado.
El desafortunado joven sufrió atroz tortura hasta conseguir una declaración afirmativa de todo lo que se le imputaba. Como antes de morir el joven no tenía fuerzas ni posibilidad alguna de escribir nada, el Cadí y el Visir pagaron a varios testigos falsos para que con su firma testificasen la veracidad de lo declarado por el joven. El resto de presos que eran los acompañantes de la Reina en la cueva del mojón del Santo Espíritu el día anterior, quedaron encerrados sin explicación alguna. La orden del Rey era tajante, si alguien hablase una sola palabra sobre lo sucedido le cortaría la cabeza. Aquello no podía saberlo nadie, era secreto de Estado porque, si se supiese, Alí-Menón quedaría en entredicho ante los demás régulos de otras Taifas dado que se trataba nada menos que de un presunto adulterio, para Alí-Menón una penosa certeza, de su esposa Aixa, la mismísima Reina.
Cuadro dibujado por el gran pintor Villanovense,  Nula,
 que probablemente sea  copia del antiguo
 grabado que existía en el Santuario de la Fuensanta,
Pasados tres largos días de meditación, su enojo era muy superior a la ceguera que los celos provocaban en su cerebro por lo que tomó una drástica solución: En el amanecer del día 8 de septiembre de aquel año, llamó al capitán de su escolta personal para darle las instrucciones necesarias que debería de cumplir en el más estricto secreto bajo pena de muerte inmediata para él y para todos los soldados. Deberían de bajar a la mazmorra donde estaba la prisionera que mandó encarcelar el mismo; sin mirarla a la cara y en plena oscuridad, tenían que vendarle los ojos y además ponerle una capucha de modo que ni viese ni pudiese ser vista. El Cadí y el Visir irían con ellos en la comitiva y serían los encargados de darle el resto de las instrucciones necesarias para llevar a cabo aquella misión.
La pena que el Rey impuso a su esposa, sin más juicio ni consideración que la confesión de aquel cristiano desgraciado tuvo que hacer en medio de la tortura, la decidió junto con sus malvados colaboradores en aquel asunto. Eligieron una pena que no era nada habitual entre los musulmanes, solo se aplicaba por delitos muy graves desde la época de los visigodos a aquellos miembros de muy alto rango en la administración del Estado o incluso a príncipes de la misma familia real que habían cometido alguna ofensa singular o eran reos de traición…
    Don Pedro hizo otra pausa como queriendo demorar o eludir tener que narrar la pena a la que fue condenada la esposa de Alí-menón, ofreciendo a sus invitados una copa del exquisito vino que el mismo fabricaba con la uva, escasa, pero de gran calidad que cultivaba en un pequeño trozo de tierra cerca del rio Guadalimar y en el que además había ordenado plantar el árbol de moda: olivos traídos de una zona próxima entre Mogón, y la Torre de Mingo Priego.  Diego y Elisa que estaban completamente absorbidos por la narración y no reparaban en el paso del tiempo tardaron en reaccionar y agradecer a don Pedro aquel vino exquisito que les ofrecía.  Elisa tomó la palabra para comentar algo sobre la narración interrumpida en su momento más culminante.
Estoy fascinada por la figura de Aixa, creo que su actitud es muy representativa de cómo funcionan las cosas cuando se tiene el poder, pero no se puede ejercer. El corazón de aquella mujer sufría por su prójimo y ella, si hubiese tenido el poder que se puede pensar que es propio de una Reina, habría utilizado los medios necesarios para redimir de la pobreza a esos necesitados que, además eran practicantes de la religión islámica por su condición de Muladíes. Creo que al Rey no le interesaban ni los que pasaban miserias ya fueran musulmanes o cristianos, ni la propia Reina, ni tenia conciencia de que su poder no sería nada si Alá no se lo permitiese. Aquel hombre solo pensaba en sí mismo, en su prestigio personal, en la humillación que podría derivarse de aquel presunto adulterio y por eso y solo por eso, sin exigir justicia siquiera, fue capaz de castigar a personas que nada tenían que ver con sus perversas alucinaciones, pero por favor don Pedro siga con su relato.
Sin duda, dijo don Pedro antes de continuar: les veo bastante interesados, deduzco por su interés que algún tipo de afinidad debe existir entre la actitud de la reina Aixa y vuestra actitud ante los desamparados.
Imagen de Santa María dibujada
en una de las miniaturas incluida s en la
 Cantiga 186 E del rey Alfonso X titulada
"poder a Santa María"
    Diego y Elisa esgrimieron una pálida sonrisa al tiempo que se cogían de la mano, don Pedro percibió que un nudo se le colocaba en la garganta como si algún efluvio procedente del corazón común de aquellas dos criaturas se hubiese posado en el suyo. Adivinó la excepcionalidad de sus interlocutores y de forma intuitiva, pero certera, tomo una decisión firme en el mismo momento que la mirada del matrimonio, como una saeta inofensiva, le atravesó el pecho de parte a parte. Se dijo a si mismo que les ayudaría en todo lo que ellos necesitasen, para que se quedasen en La Moraleja.

Pues como os decía, el castigo que aquellos bárbaros de las regiones de la estepa de más allá del Danubio daban a los traidores era el de la muerte a través del más cruel de los castigos que era la combinación de la pena moral con la física, así hizo Wanda con el tirano Paulo o Witiza con Teodofredo el padre de don Rodrigo o este a su vez con don Ramiro etc... Los castigos consistían en dejarles morir después de cortarle los pies o sacarles los ojos o atrocidades similares que pueden herir la sensibilidad de la persona menos sensible del mundo.

El Rey moro Alí-menón junto con sus compinches y vasallos el Cadí y el Visir superaron a los visigodos que emulaban, ordenando que a Aixa le sacasen los ojos, le cortasen las manos y la vendasen para que no perdiera la sangre con rapidez y la dejasen abandonada en el bosque para que allí muriese de dolor y de hambre, devorada por las fieras o por ambas cosas. Esta fue la decisión que los magnates de Hisn Al Turab consideraron más justa para aliviar el sufrimiento del Régulo Alí-menón.
Pero ¡cómo se puede ser tan cruel, tan injusto y tan torpe al mismo tiempo!, clamó Diego sin reparar que con ello interrumpía a don Pedro.
Querido amigo, a ninguno de los presentes nos parece inteligente, justa ni bondadosa la actuación del Rey, pero así es lo que se ha transmitido de boca en boca, de padres a hijos en La Moraleja, Chincoya, Sorihuela o en la Torre de Mingo Priego además de Iznatoraf. En todas partes este hecho es comentado y recibido en la misma forma.

  Don Pedro continuó con la narración:  El cruel castigo había que ejecutarlo, pero el Rey no podía consentir que aquello fuese conocido por lo que volvió a insistirles al Cadí y al Visir en el carácter confidencial y secreto de la misión bajo pena de muerte no solo a los guardias ejecutores sino también para ellos. Así que aquel día 8 de septiembre la nefasta comitiva compuesta por el Cadí, el Visir, el capitán y ocho soldados de a pie sacaron de la mazmorra a una mujer temblorosa que casi ni se le oía respirar cubriéndole la cabeza con una capucha negra. Solo el Visir y el Cadí sabían quién era aquella mujer o al menos eso pensaban ellos.

 El capitán era almohade benimerín nacido en las tierras africanas y de los ocho soldados solo dos eran de su misma procedencia y el resto eran muladíes unos de Hisn Al Turab y otros de La Moraleja. El triste cortejo abandonó la fortaleza por la puerta del arrabal, pero el destino aún no lo tenía claro el capitán, quien decidió mientras la comitiva avanzaba bajando por la cuesta, que el mejor lugar era un montículo a media distancia entre la fortaleza y La Moraleja por haber allí una pequeña cueva donde se podría realizar la trágica operación sin ser vistos desde Iznatoraf.  Enseguida llegaron al montículo que no era otro que “el mojón del Santo Espíritu” que ya os he dicho. La reina permanecía inmóvil pero no pudo resistirse al miedo que por unos momentos hizo presa de su ser así que gritó ¿qué vais a hacer conmigo? ¿por qué esta tortura?, matadme de una vez, pero por favor os lo pido ¿de qué me acusáis?, ¿por qué motivo estoy aquí?

Nadie le respondió, solo uno de los soldados muladíes llamado Josué le habló porque no aguantaba aquella situación y sobre su conciencia golpeaba el sentimiento de la ignominia: No temáis señora Aixa no tengáis miedo… El Cadí y su amigo el Visir se miraron con asombro y en el fulgor de la indignación sin palabras acordaron que a aquel idiota muladí había que eliminarlo. Fue el Cadí quien le dijo al capitán que nada más terminar con la mujer había que cortar la cabeza a aquel osado por desvelar la personalidad de la Reina y le ordenaba hacerlo con la seguridad de que si una sola palabra más se pronunciaba sobre aquello, todos morirían de la misma manera.

Decidieron también, después del inconveniente, que era prudente alejarse más de la fortaleza para llevar a cabo los dos macabros asesinatos previstos. Se desviaron hacía un lugar conocido como la fuente de los Caños de donde partía un camino que conducía hasta donde ahora está la venta de Carlicos y desde allí se adentraron enseguida en el bosque impenetrable que se prolonga hasta la Moratilla y en medio del cual está la fuente del Alto que manaba en abundancia.

Se refería don Pedro al lugar donde existía ya una ermita que se conocía como la ermita de la Fuente Santa.  Elisa y Diego escuchaban con mucha atención porque iban asimilando con la minuciosa y pausada descripción de don Pedro, hombre de reconocido conocimiento y cultura, que aquel relato se correspondía con una realidad fuerte que palpitaba en el corazón de aquellas gentes del pueblo aún después de dos siglos.